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REMEDIOS CONTRA LA CRISIS ECONÓMICA TALLER DE POESÍA AUPA

“Cada crisis económica -quién puede olvidar la hiperinflación, el efecto tequila y la creciente precariedad laboral en el país que sea- tiene efectos dramáticos en la salud. Sólo se atemperan cuando la gente recurre a estrategias inéditas de supervivencia como lo es, hoy en día, la solidaridad y la organización de entidades barriales”

La pobreza es tan peligrosa como el virus del sida pues entra en el huésped, trabaja en silencio durante años y, cuando muestra su poder y efectos, la víctima sufre serias enfermedades y muere. La gente de clase media también padece la epidemia; en cambio, los ricos nacen con una vacuna propia: el dinero y la sensación de seguridad apuntalan las defensas orgánicas. Por cada rico que muere, fallecen entre dos y cuatro personas de clase media o baja.

La "vida sana" es un factor secundario frente al nivel económico: aun cuando una persona pobre deje de beber, fumar, haga ejercicio y tenga una dieta sana, se enfermará y morirá antes que un rico que adopte los mismos cambios "positivos" en el estilo de vida. En materia de salud, el factor decisivo sigue siendo el dinero.

Luego de muchos años en que la prevención de males cardiovasculares y cáncer, por ejemplo, se apoyó en las llamadas conductas saludables, hoy en día la medicina asiste a una vuelta de tuerca fenomenal. “El tabaquismo, la obesidad, el sedentarismo y el consumo de alcohol aumentan, a lo sumo, en un 13 por ciento el índice de mortalidad. El ambiente hostil que, desde la infancia, sufre la gente pobre es un factor mucho más determinante”, advirtió el Dr. Redford Williams, del Departamento de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta y Medicina de la Universidad de Duke, Estados Unidos. El informe de Williams fue divulgado por el Journal of American Medical Association.
En la misma publicación, el equipo de investigadores que lideró la Dra. Paula Lantz comunicó los resultados de estudios hechos a lo largo de ocho años, con 3617 varones y mujeres adultos. Estos científicos, de las universidades de Muchigan y Kingsville, también en Estados Unidos, descubrieron que aunque se modifiquen las conductas que dañan la salud, la gente de clase media y baja se enferma y se muere más que la población rica “debido al estrés de sentirse discriminada y postergada en sus aspiraciones socioeconómicas”.
En lugar de recomendar más ejercicio, menos grasas en las comidas y el destierro del cigarrillo, Lantz especula que la vacuna ideal sería una especialmente diseñada contra el estrés del clasismo y la dispar distribución del poder y los recursos económicos.
Auscultar el bolsillo
De acuerdo con estas investigaciones, si los ingresos se ubican entre 0 y 10 mil dólares anuales, los pacientes tienen una mortalidad de casi un 4 por ciento. El porcentaje disminuye al 2,5 por ciento para quienes ganan entre 10 mil y 30 mil dólares al año y al 1 por ciento en los que acumulan más de 30 mil. Las cifras significan que mientras se muere un rico de cada cien, fallece del doble al cuádruple de gente de clase media y baja, respectivamente.
Otra de las conclusiones -un verdadero cross a la mandíbula para los médicos que piensan en la dieta y el deporte como los mejores seguros de salud- da cuenta de que aun cuando una persona pobre deje de beber, fumar, haga ejercicio y tenga una dieta sana, se enfermará y morirá antes que un rico que adopte los mismos cambios positivos en el estilo de vida.
En coincidencia, una investigación conjunta de especialistas ingleses y escoceses estableció que las circunstancias socioeconómicas adversas también aumentan las muertes por ataque cerebral y cáncer de estómago .
Las diferencias pueden ser más sutiles todavía que el ingreso de dinero. Mario Bunge, físico y filósofo argentino radicado en Canadá, en uno de sus artículos cita la investigación hecha con obreros franceses no calificados quienes viven un promedio de cinco años menos que los ejecutivos (Centro de Investigación, Estudio y Documentación en Economía de la Salud, de París).
¿La razón de la supervivencia de los empleados jerárquicos? “El estatus del trabajo, la categoría de la ocupación de una persona, se relaciona con la salud, la enfermedad y el riesgo de una muerte prematura”, afirman Anton Kunst y colaboradores, de la Universidad de Erasmo, en Rotterdam, Holanda.

Anticuerpos sociales
Luego de estudiar 11 países europeos durante nueve años, estos especialistas vieron que los varones de 45 a 59 años de edad con ingresos altos y seguridad laboral tienen anticuerpos sociales que los tornan más resistentes a todo tipo de males y los preservan de una muerte prematura.
Tanto en Rusia como en Inglaterra y Estados Unidos se verificó una correlación entre los males cardiovasculares y el estatus social de los trabajadores. En este punto se observó el efecto dañino de las tareas repetitivas, faltas de creatividad y mal remuneradas.
“En la Argentina se han comprobado circunstancias similares a las observadas en Estados Unidos y Europa, fundamentalmente en lo que respecta a enfermedades infecciosas, perinatales y mortalidad de la mujer durante y después del parto”, informa el Dr. Leopoldo Mario Borini, funcionario del Area de Epidemiología de la Secretaría de Desarrollo Social del Ministerio de Salud Pública y vicedirector de la Maestría de la Escuela de Salud Pública en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
Con respecto al paralelo entre el virus HIV y la pobreza o desigualdad, Borini opina que es un buen recurso didáctico para explicar la realidad.

El incidente social
La lucha contra el colesterol elevado y la hipertensión continúa, pero ahora comienzan a reconocerse otros factores de riesgo para el ataque cardíaco y cerebral. Es el caso del incidente social, términos con que los especialistas aluden a la tensión que genera el estado de indefensión frente a catástrofes naturales o creadas por el hombre y que se extiende a la crisis económica, social y hasta jurídica con que conviven millones de personas en el mundo, incluyendo -quién lo duda- la Argentina.
“En algunos pacientes y bajo determinadas circunstancias, las amenazas que vienen de afuera actúan independientemente de los factores endógenos (colesterol o triglicéridos elevados en sangre, hipertensión y diabetes). Entonces, el riesgo se origina en el ambiente que rodea a la persona y eleva la posibilidad de sufrir una muerte súbita”, afirmó el Dr. Isidoro Ringelheim, del Hospital Alvear. El especialista se refirió a los datos recopilados en ese centro, durante el XXV Congreso Argentino de Cardiología realizado recientemente en esta capital.

No cuentes dinero delante de los pobres
La raíz de los cambios negativos es la descarga de catecolaminas y corticoesteroides. Las primeras son neurotransmisores que se liberan cuando la persona percibe que se enfrenta a un peligro (sea real o imaginario) y que reducen el diámetro de los vasos sanguíneos, elevan la presión arterial, el tono muscular y los latidos cardíacos. Los corticoesteroides se segregan en las glándulas suprarrenales -ubicadas en el polo superior de los riñones- también en respuesta automática a la sensación de peligro.
“La descarga de las dos sustancias puede causar una insuficiencia coronaria o la muerte súbita por fibrilación ventricular. En este evento las fibras musculares del ventrículo se desorganizan y crean una situación caótica en el corazón. La importancia de esta relación es tal que, según las estadísticas de diversos centros de salud, entre el 40 y el 70 por ciento de pacientes con problemas coronarios de tipo silencioso (sin síntomas) tienen el incidente social como razón del déficit de irrigación del corazón”, remató Ringelheim.
¿Sería una solución aplicar el viejo dicho popular “No cuenten dinero delante de los pobres”? Es imposible que no trascienda cómo viven los ricos y famosos, así que ni aun la mudanza de los que más tienen a barrios cerrados y completamente aislados podría amortiguar la frustración de los menos afortunados.
A la luz de todos los trabajos de investigación, que los pobres y aun la gente de clase media sean testigos y víctimas cotidianas de la injusticia social equivale a inocularles un virus mortal, de la misma categoría que el HIV. Infectados desde la infancia, tendrán un largo período de ventana pero, finalmente, llegará la devastación del organismo.


Una venda en los ojos está lejos de ser la vacuna. El remedio salvador brilla por su ausencia en los laboratorios y la receta depende más de la sensibilidad social que de avances espectaculares de la medicina.


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