Rodolfo Alonso nació en Buenos Aires, en 1934. Ha
publicado desde 1954 más de una veintena de libros (poesía, narrativa, ensayo )
. Traducido a varios idiomas, ha traducido a su vez, a numerosos escritores en
distintas lenguas: Pessoa, Ungaretti, Pavese, Baudelaire, Prevert, Rosalía de
Castro y muchos más.
Me duele el corazón
pero me duelen
también el hígado, las manos, los riñones,
y también los testículos
y el alma.
pero me duelen
también el hígado, las manos, los riñones,
y también los testículos
y el alma.
Ay Chile, ay amor mío.
Los pequeños mendigos
de mi patria
que duermen en los subtes
no me han visto llorar.
de mi patria
que duermen en los subtes
no me han visto llorar.
AQUEL ALLENDE
Como un endecasílabo curioso
Avanzará la tarde a manos llenas
Y se abrirán las grandes alamedas
En nuestro desolado corazón
Avanzará la tarde a manos llenas
Y se abrirán las grandes alamedas
En nuestro desolado corazón
Estallarán en luces los opuestos
Y no se negarán contradicciones
Habrá ricos de amor cuando lo quieran
Y se abrirán las grandes alamedas
Y no se negarán contradicciones
Habrá ricos de amor cuando lo quieran
Y se abrirán las grandes alamedas
Al fin restañará su aura el obrero
Soldándonos de a uno uno a uno
Y no toda la luz será de sombra
Soldándonos de a uno uno a uno
Y no toda la luz será de sombra
Y se abrirán las grandes alamedas
Hacia lo que nos queda por hacer
Hacia lo que nos queda por vivir
Hacia lo que nos queda por hacer
Hacia lo que nos queda por vivir
(Buenos Aires,
17-2-2002)
PARA VIVIR AQUÍ
yo hablo del amor
una cosa posible
de tu amor de mi amor
en la calle
en el viento
en el mundo
dentro de la palabra
OLOR A LLUVIA
El aire trae de pronto recuerdos del olvido
con sabor a horizonte, hierba húmeda y ausencia.
Color difuso y neto, casi como sin dueño,
máscara o habitante, límpidamente orgánico,
cargadamente etéreo. Espíritus, espíritu;
huellas de una memoria que gira en su vacío
repleto: fuegos, cuerpos, dioses, rastros, palabras.
de “Sol o
sombra”,
LEJANA BUENOS AIRES
todos
esperan algo
de la ciudad
todos
esperamos
un viento
un roce
una palabra
una cama de amor
un pan brillante
ah
la ciudad
que nunca
alcanzamos
la ciudad
que nos suelta
y nos deja
solos
entre todos
temblando
esperando algo
Rodolfo
Alonso: "La función del poeta residiría en el gusto de la precisión y el
sentido de la ambigüedad" -
03/08/2012
“Estamos
hechos de lenguaje como estamos hechos de tiempo y por lo tanto, en
consecuencia, de memoria”, afirma Rodolfo Alonso.
Escribir
–en forma creadora– resultará siempre, y en más de algún sentido, transgredir.
En primer lugar, el silencio (el “abismo de la página en blanco” suele ser la
barrera inicial), sin enfrentar al cual no hay voz posible. Y luego, por lo
menos, también esa entelequia cristalizada que dormita en los diccionarios. Ya
que escribir es despertar las palabras, volverlas lengua y cuerpo desde su
limbo de pretendida (in)definición, contaminarlas con los hedores y los
fervores de la vida. Pero también, de manera no menos insoslayable (y, lo que
es tan maravilloso como terrible, al mismo tiempo), escribir es de algún modo
pactar, y hasta transar. Pactar con el lenguaje que nos precede, nos supera y
nos envuelve, dejarse llevar por él y por lo que él arrastra: muertos nuestros
y de otros, familiares y especie, voces perdidas y lugares comunes, la misma
hirviente marea de lo humano.
Y
siendo la poesía –por supuesto mucho más que un género– la forma más creadora
de escribir, a ella también le tocará entonces transgredir, pactar, transar:
antinomias complementarias de las que se alimenta su propia dialéctica, y que
no son diferentes a las que mueven también (¿podía ser de otro modo?), a la
vida misma.
Ello
implica no pocas consecuencias. Y hasta no pocas confusiones posibles. Sin
norma fija, sin derrotero cierto, en la errancia de su propio –y humanísimo–
devenir, las aguas de la escritura poética están actualmente libradas a su
propio nivel, es más aún, a sus propios contornos y a sus propios vasos
comunicantes. Por eso, quizá, y aunque ya no tanto en estos días, pero sí hace
bastante tiempo, la poesía y los poetas llegaron a ser objeto de estudios que
quisieron hacer de ella una materia racionalmente mensurable, con los riesgos
que es de imaginar, y a veces también con altos hallazgos, pero que a menudo
naufragaban en su intento (cuando la intención era demasiado ambiciosa) u
obtenían sólo fugaces victorias a lo Pirro (cuando era modesta o sensata la
ambición).
Esos
intentos llegaron a ser encarados también por poetas; es decir, por creadores
de la misma materia que se pretendía juzgar, y, aunque no se puede considerar
como una ley, resultaba fácilmente aceptable coincidir que para la mayor parte
de los casos el resultado de sus afanes era, generalmente, más fecundo y menos
deletéreo que el de otros.
Por
aquellos felices tiempos presocráticos –de los que siempre el inmenso
Heráclito, pero también Empédocles, Parménides, Demócrito o Zenón, por ejemplo,
y sin olvidar al primer sofista: Protágoras, serán resplandeciente paradigma–
en que aún no se había dividido a la filosofía y la poesía como dos
compartimientos estancos, separados, con dominios distintos y casi
impenetrables entre sí, tampoco podría haberse asumido esa escisión, como
desdichadamente después llegó a ocurrir, “profesionalmente”. El logos griego
era al mismo tiempo palabra, verdad y realidad, y no se limita ni se parcializa
sino que, por el contrario, se abre, se expande, se mantiene disponible
(conservándose uno) para la diversidad, para el cambio.
Algo de
eso hubo en la forma parábola elegida por Cristo y, para otras religiones, en
los textos jasídicos o sufíes, sin que se pueda aquí olvidar en absoluto al
zen. La idea o su razonamiento no suelen ser presentados en forma discursiva,
lineal, pretendidamente descriptiva, sino que se encarnan en la mismísima llama
del lenguaje vivo, como una evidencia y no como una disquisición. Perspectiva
acerca de la cual las investigaciones sobre el lenguaje fueron trayendo, en los
mejores casos, un sorprendente, casi inesperado aporte.
Aquella
escisión de que hablábamos se mantiene como una herida abierta a todo lo largo
del derrotero de la cultura occidental. E intentó –y logró– ser soldada una y
otra vez por las grandes individualidades o los grandes movimientos de la mejor
poesía.
El mar
de Homero, el mar de Moby Dick , el mar de Joseph Conrad, por mencionar sólo
algunas de sus muchas memorables referencias, es también el mar de la vida
(claro lugar común) y el mar de nosotros mismos, de nuestra propia
interioridad. Pero es también el mar de las páginas de libros, el mar no menos
inmenso de la literatura, y también el mar primigenio del lenguaje –como el
otro, también claustro materno–, que nos rodea y nos constituye, nos crea y nos
implica. El lenguaje nos hace hombres. Estamos hechos de lenguaje como estamos
hechos de tiempo, y por lo tanto, en consecuencia, de memoria. Y deviene
entonces ilusoria (también ésta, ay) la certeza de que nos servimos del
lenguaje cuando es él quien, muy probablemente, se sirve de nosotros. ¿Me será
permitido reiterar que no usamos el lenguaje, somos lenguaje? Maurice
Merleau-Ponty..
POEMAS
|
Último tango
en Rosario
|
Guitarra, bandoneón
y despiadada
música:
bajo la cruda luz,
dos rostros
descarnados
chirrían con la
espesa
danza de los
suburbios.
Pero ya nadie
baila.
Apenas unos viejos
intentan rescatar
-patética efusión-
los relumbres de
antaño.
¿Y adónde se
quedaron
tanta pasión y
fuego,
tanto ardor, tanto
vuelo
provocador y
propio?
¿Qué los hizo dejar
de ser y, antes,
ser?
¿El tango fue algún
modo
("perdonen la
tristeza")
o era esencia,
sentido?
Las impares parejas
se rozan removiendo
música despareja.
La juventud vivida
¿permanece,
resurge?
Inquieta,
interminable,
¿hace de sus
cenizas
un carnaval remoto,
un carnaval futuro?
|
Gauguin
recuerda a Francia en Mururoa
|
¿Te dejé por
Tahití, triste madrastra,
para morir
soñándote, pintando
tu nevada Bretaña?
Al color libre
y salvaje huí, a
adormecerme
en los senos
cobrizos de Tehura,
al resplandor del
tamarindo, lejos
de tus gendarmes.
Pero estabas allí:
jueces, archivos,
sables, mercaderes.
¿Morí una vez, bien
lejos tuyo, ajeno,
y he de verme morir
en Mururoa?
¿Volveré a ver
morir lo que admiraba
por obra tuya
nuevamente, madre
mortal? ¿Qué puede
un maorí, qué pueden
brujos sabios
contra el hechizo blanco,
seco, ácido, letal,
inexorable?
La dulce vida no
será la misma.
¿Libertad,
igualdad, fraternidad?
La gracia huye
espantada, suicidándose,
a arrojarse en el
mar. En sus abismos
que alguna vez
creímos insondables.
Bajo el altar del
atolón, el cáncer
de coral su misa
negra extiende.
Francia, nodriza
cruel, si quieres luz
cría vida. Si
sueñas con abismos
que sean tus
abismos, no los de otros,
sino en tu propio
suelo. ¿Te arrastrarás,
así, tú misma al
muro? ¿Ya ni en la paz
de los abismos
crees, reina árida?
|
L'arte povera
|
Apenas
la palabra.
A penas
la palabra apenas.
|
Cuerpo
presente
|
Tantas como soñamos
merecer una
(Una mujer
Muslos de tempestad
senos de viento
sagrado olor a mar)
Toda mujer
sentada
en el augusto trono
de su cintura
Inmensa
|
Vizcacha
|
¿La metáfora viva
que buscaron
para buscarse
todos, al buscarse,
vuelve como parodia
e ironía?
¿Este misterio,
este país que somos
y que se enzarza
fiero en su destino
como luz mala en el
desierto, ahora o
siempre bajo el
solazo crudo, al rayo
del deseo, la
impaciencia y su hermana
ciega: la
impotencia? ¿Ni civiles
ni bárbaros, apenas
decadentes?
¿Esa imagen
profunda de uno mismo
donde abrevaba el
mito, la verdad
oculta porque
oscura, oscura
porque honda, eso
que nos hacía
ser y que íbamos a
ser, culpables,
desolados,
quejosos, engreídos,
ni Cruz ni Fierro
fueron, sino El Viejo?
|
Oda a
Jonathan Swift (1667 - 1745)
|
Lo que el humor no
pudo
no lo tendrá la
muerte.
Luz de la
inteligencia,
corazón de razones,
luz de razón, el
hombre
no siempre come
sombra.
Propone, con
modestia
(desde Irlanda, en
el mundo,
hace trescientos
años),
iluminar la vida,
o morirnos de risa,
al menos, de la
infamia.
|
Ruido de
fondo
|
Las manos de la
nieve
la nieve que cae en
sueños
tus sueños como
sombras
que asombran
nuestro día
el día que no
aclara
lo claro de tu risa
que ríe sin que lo
sepas
saber que no eres
mía
mi pequeña
insistencia
que insiste en
recordar
el recuerdo que
vuela
volando ante el
olvido
sin olvidar tu
cuerpo
el cuerpo que
ilumina
iluminando frondas
la frondosa alameda
álamos contra el
cielo
el cielo de tu boca
la boca de la muerte
la muerte que no
muere
morir de haber
vivido
viviendo como vives
la vida que me das
te doy lo que me
duele
el dolor padre y
madre
la madre amante
hembra
las hembras junto
al fuego
el fuego que es la
especie
la especie está en
peligro
peligran nuestros
miedos
los miedos luto en
flor
Florencia nunca
nunca
nunca será Las
Vegas
ni veo en Delfos
lumbres
para alumbrar Wall
Street
estrías del planeta
planetas que se
extinguen
extintos valles
fértiles
fértiles sueños
manos
las manos que se
aman
al amor de lo hecho
hacer lo que se
pueda
poder hablar decir
te digo lo que
canto
cantar como las
manos
manos que
construyeron
construir sobre el
abismo
abismos que se
abren
y abriéndose se
cierran
sobre gargantas
libres
libertad y justicia
justicia entre las
manos
las manos de la
nieve
|
El peso de tu
paso
|
¿Pasas sin darte
peso
cuando pasas,
belleza,
inquieta
certidumbre,
la joven nuca
erguida
avanzando en la
sombra,
levemente indecisa,
tendido hacia el
futuro
el filo de ese
cuello
inefable y letal?
¿O pisas, al
hacerlo,
temible
adolescente,
el peso de tu paso,
el paso de tu
cuerpo
gloriosamente
incierto
entre niña y
muchacha?
¿El tiempo te
contiene
o es tiempo lo que
luces,
resplandor que se
sabe
preso en su
resplandor,
madurez inminente
livianamente
espléndida
que firme se
presagia,
dorado atardecer
todavía en tu
mañana?
¿Te ves tú como
vemos,
o al verte
cambiarías?
Arriesgada
inocencia,
¿lo que de luz te
colma
escondes o te
esconde?
¿Sólo al verte no
verte
te veremos,
belleza?
¿En otros? ¿En
nosotros?
¿No es la belleza
verte
saber que no te
sabes
mediodía inmortal?
¿Y anidas, sin
embargo,
tu huevo de
serpiente?
No temas, todavía,
no es nostalgia o
deseo
percibir tu milagro
de presente
huidizo,
de futura memoria.
Somos lo que
sabemos
ver, lo que nos
hace ver,
siendo somos lo
sido,
seremos lo que sé,
lo que sé ser: ser
sed.
|
Ansia, edad
|
“Calamitosus est
animus futuri anxius.”
Séneca
¿Con qué hieres,
inquieta
angustiosa, asolado
fantasma de Pavese,
si apenas te
compones
de inquietud, nada
menos?
Ansiedad, sí, en
edad
ya de desmerecer,
vacío que se
propaga
engendrando al
vacío,
vacío que se colma
y se derrama
eterno,
la quijada en la
cola,
roída por tus
propios
ácidos, de sutiles
venenos (dijo
Ortiz).
Edad en sí,
ansiedad,
preñada desde
joven,
ansia de un dios,
que ansía
ser tiempo y no ser
tiempo.
¿Qué devora,
insaciable,
a lo que te devora
y te hace
devorarte,
consumida de sí,
edad en sí,
ansiedad?
¿Nada logra ser
nada
ni, como Braque
soñó,
el presente
–verdugo
rey esclavo- tal
vez
nunca será
perpetuo?
|
Mármol griego
|
Tan fugaz como
fuiste,
y fecunda,
instantánea
evidencia
vehemente,
cruda luz, cosa en
claro,
cuando hablaban los
mundos
y en el mundo se
hablaba.
Te avecinas, aún,
todavía te
abalanzas,
serena oscilación
hecha de graves
hechos,
tragos de la
tragedia
humana y
sobrehumana.
Suspendida en el
sino
de tu seno
asediado,
ni pasado te
vuelves
ni presente
perpetuo:
royendo horas
sonríes
y las olas te
labran.
Con mirarte no fuimos
y somos si te
vemos.
¿Nuestros ojos te
asumen
o tú alumbras los
ojos?
Nos asombra tu sol,
y tu sombra nos
nombra.
Sin saberlo, de
lejos
(Londres se lo
guardaba),
desde el British
Museum
bendecías a Benin.
Y Venus asentía:
silenciosas
victorias.
Desnudo resplandor,
tú, tembloroso
abismo,
apruebas y nos
pruebas,
tronco, raíz,
racimo,
red del vuelo
invisible
y del visible
cielo.
|
Boca de
sombra
|
“Ce que dit la
Bouche d’Ombre”
Victor Hugo
Agridulce y
distante,
con los labios
ceñidos,
sonreía, mi madre
(igual que
Rosalía).
Bajo cielos
inciertos,
sobre mares
infames,
¿regresaba, de
dónde,
o nunca había
llegado?
Su mirada
inquietante
habla con su silencio,
y no puede
alcanzarme
y no puedo
alcanzarla.
Una aldea de
montaña
relumbra allí a lo
lejos,
y una ciudad
distante
que nunca estuvo
cerca.
Ese mudo dolor,
esos ojos nublados,
hielan con un
reproche
liviano,
indiferente.
No podía saberlo,
no podía saberse
(igual que Rosalía)
bajo una negra
sombra.
¿Un misterio, un
vacío?
Siempre estuvo en
la casa.
¿Un dolor, una
ausencia?
Nunca nadie la
supo.
Entrevisto
infortunio
expresándose a
penas,
que van de uno a
otro
sobre el rostro del
mundo.
Algo intenta
decirnos
que no quiere
decirse.
¿La ruina de su
infancia
no me dejó ser
niño?
Soledad que se
agolpa,
inefable congoja
que no puede
nombrarse
ni siquiera a sí
misma.
Aunque vuelva, no
vuelve
(igual que
Rosalía),
a su vieja niñez
en las garras del
mar.
|
Bajo la paz
del tilo
|
Da tinte al tiempo
con su temple el tilo,
con tanto tino, con
ternura tanta,
que todo se
estremece, toma aliento.
Titila el tilo,
tras de la tormenta.
|
A la sombra
de Malthus
|
Sabios anuncian,
con discreta
emoción
y sopesando datos,
de manera
siniestra,
irreprochables,
que en el Tercer
Milenio
más hombres tendrán
sed.
(De hacerlo, no
serán,
como se ve,
lo suficientemente
originales:
todos los siglos
consiguieron tener
sed de justicia,
de libertad,
belleza.)
Ahora, por fin,
parece
-miserable milagro,
cruel consumación,
irrisorio destino
final-, que los
humanos
tendrán por suerte
matar muriendo
(cazando lluvias,
en oasis blindados,
cercando ríos,
encerrando al mar)
por una simple,
serena,
saludable y letal
sed clarísima de
agua.
|
Cantar No Consuela
Joven:
¡Maravíllate! ¡Lávate en tu idioma!
¡Protestacantaescupegimecrece!
¡Ama de amor, ama de un solo golpe, de todo corazón, de buena gana!
¡Vive, huye de las palabras!
¡Sírvete, sírvelas!
¡Maravíllate! ¡Lávate en tu idioma!
¡Protestacantaescupegimecrece!
¡Ama de amor, ama de un solo golpe, de todo corazón, de buena gana!
¡Vive, huye de las palabras!
¡Sírvete, sírvelas!
Cara Rota
no se ha colmado la medida
lo que has
dicho lo que has amado
se tiene ahora bajo el sol
para ser despedazo o festejado
se tiene ahora bajo el sol
para ser despedazo o festejado
no estás
todavía del otro lado
se ha dicho que tienes cosas por decir
se ha dicho que tienes cosas por decir
no se acabo
esto
mientras brille implacable la luz que desordena
todo lo que debe decirse o ser amado
mientras brille implacable la luz que desordena
todo lo que debe decirse o ser amado
Cierlorraso
Desdicha,
vuelta a decir:
artesanía furiosa. Tuya es
la calma impura, la ignorancia
sabihonda. El doble filo
de la desventurada pesadumbre.
artesanía furiosa. Tuya es
la calma impura, la ignorancia
sabihonda. El doble filo
de la desventurada pesadumbre.
Diego Y Los Pájaros
Desde la
hierba
mi pequeño
alza los brazos
hace señas
a los pájaros
los llama
entre grandes silencios.
mi pequeño
alza los brazos
hace señas
a los pájaros
los llama
entre grandes silencios.
Entre el mar
y nosotros
hay árboles
y viento
y nosotros
hay árboles
y viento
Los pájaros
son libres
no lo ven
o se hacen
que no pueden verlo
no vienen
pero andan por ahí
de cualquier modo
no lo ven
o se hacen
que no pueden verlo
no vienen
pero andan por ahí
de cualquier modo
Entre ellos
y nosotros
brilla el sol
anda el amor
al aire
y nosotros
brilla el sol
anda el amor
al aire
¡A la salud
de los pájaros
que es la salud
del universo!
de los pájaros
que es la salud
del universo!
Gente Del Río
Libres bajo
el sol, los isleños maniobran dulcemente sobre el lomo del agua.
Sus embarcaciones se nos adelantan con intolerable rapidez.
Sus brazos crecen. Sus cuerpos cultivados por el tiempo conocen la alegría de estar en el mundo, la única seguridad.
Sus embarcaciones se nos adelantan con intolerable rapidez.
Sus brazos crecen. Sus cuerpos cultivados por el tiempo conocen la alegría de estar en el mundo, la única seguridad.
Nosotros podemos saludarlos de lejos con un
gesto.
UNA TORMENTA
Una tormenta limpia el cielo
de la noche
Una tormenta
limpia mi corazón
Extraído de una entrevista realizada al poeta
“Ciertos
mitos acerca del poeta se van derrumbando lentamente. Ni ángeles caídos ni
profetas redentores, los mejores entre los poetas latinoamericanos se van
redescubriendo en la oscura selva viva del lenguaje, que no es distinta a la
oscura selva viva del corazón humano y de la mismísima e incontrastable
realidad.
Por
enésima vez, digamos que la poesía no describe ni enuncia, que el poema es. En
primer lugar, entonces, volvamos a la obra. La poesía escrita tiene una praxis
concreta que no es otra, por supuesto, que el texto. Toda opinión, todo
prejuicio, debe ser sostenido con la alusión al texto que lo avale. No es por
los servicios prestados a una u otra causa, por los favores conquistados o los
halagos merecidos que debe ser juzgada una obra. Aunque ella tenga también su
vida propia, como organismo histórico, social y cultural, debemos esforzarnos
en apreciarla ante todo como texto: es allí, en el desafío del lenguaje, donde
todo valor y todo sentido han de encararse como evidencia para merecerse.
De ninguna
manera pienso que pueda entenderse como obligatorio el hecho de que un autor
reflexione teóricamente sobre su propia obra o la de otros. Pero creo también
sinceramente que nadie puede sustituir como teórico al auténtico creador cuando
se lanza a reflexionar. En esto, sin duda, volvemos a lo que ya afirmaba
Baudelaire: ningún crítico llegará a ser poeta, pero todo poeta esconde a un
crítico. Como naciones, como culturas, nos conviene que aflore urgentemente la
mayor cantidad posible del pensamiento crítico que hay sin duda dentro de los
poetas y de los artistas latinoamericanos.”
5) En la época
que vivimos, de amenazas universales y tensiones de pre-guerra atómica, ¿qué
misión le asigna usted al poeta?
Otra vez, una pregunta de inocencia
demoledora. ¿Cómo evitarse decir que todos quisiéramos que el poeta fuera capaz
con su palabra a la vez de realizarse como persona y de ayudar a todos sus
hermanos, de enunciar la palabra necesaria, imprescindible y única, la palabra
a la vez tan íntima y secreta, húmeda todavía del silencio de los orígenes,
emergiendo en una orilla virgen del universo, y también a la vez general,
compartida, fraterna, solidaria, no tan sólo ofrecida sino también aceptada por
los otros, que entonces la harían suya y le darían destino, aunque ese destino
fuera el no poco glorioso de volverse sabiamente anónima, ya sin autor ni
tiempo, encarnada en el fluir mismo de la vida y de lo humano?
Ni traicionarse, pues, ni traicionar a los
otros; y además, no traicionar la propia lengua, el propio idioma, el sonido
que uno ha venido a traer al mundo. Y siendo uno ser la especie, tan bellamente
bárbara e intuitiva como trágicamente condicionada por las culturas que se ha
hecho o le han impuesto. Y ser la esperanza de un mañana mejor, la luz de la
utopía sin la cual no merece la pena vivir. Y ser también, al mismo tiempo, la
conciencia de nuestra irrisoria pero desmedida condición. Lo que somos, lo que
podríamos ser, quizá lo que seremos.
Pero bien sabemos que, por ahora, la única
gloria honestamente deseable ya no es siquiera ni la de vivir en el corazón de
los otros, de algún otro, sino más humilde y sabiamente el honor y el placer,
la angustia y la ansiedad de haber escrito, de haber sido capaz del poema, que
por nosotros circuló y ahora está vivo, fragante y tibio, latente carne de
lenguaje, recién amanecido, temblorosamente inclinado, libremente tendido hacia
los otros, hipócritas o no, semejantes, hermanos.