ENTONCES LA HISTORIA SOBRE LA REVOLUCIÓN RUSA memoria historiaca por ejejemplo de la revolución Rusa, sería Maiakovki? M L lENIN?
y LA HISTORIA DE LOS ARGENTINOS SERÍAN SUS POETAS?
(SIGUIENTE ENTRADA)
y LA HISTORIA DE LOS ARGENTINOS SERÍAN SUS POETAS?
(SIGUIENTE ENTRADA)
¿POR QUÉ se ha escogido la obra de Hölderlin con el propósito de
mostrar la esencia de la poesía? ¿Por qué no Hornero o Sófocles, por qué no
Virgilio o Dante, por qué no Shakespeare o Goethe? En las obras de estos poetas
se ha realizado la esencia de la poesía tan ricamente o aún más que en la creación
de Hölderlin, tan prematura y bruscamente interrumpida. Puede ser. Sin embargo,
sólo es Hölderlin el escogido. Pero ¿es posible deducir de la obra de un único
poeta, la esencia general de la poesía? Lo general, es decir, lo que vale para
muchos, sólo podemos alcanzarlo por medio de una reflexión comparativa. Para
esto es necesario la muestra del mayor número posible de la multiplicidad de
poesías y géneros poéticos. La poesía de Hölderlin es sólo una entre muchas. De
ninguna manera basta ella sola como modelo para la determinación de la esencia
de la poesía. Por eso nuestro propósito ha fracasado en principio, si
entendemos por "esencia de la poesía" lo que se contrae en el
concepto que vale igualmente para toda poesía. Pero esto general que vale igualmente
para todo particular es siempre o indiferente, aquella "esencia" que
nunca puede ser esencial. Buscamos precisamente lo esencial de la esencia que
nos fuerza a decidir si en lo venidero tomamos en serio la poesía y cómo; si
junto obtenemos los supuestos para mantenernos en el dominio de la poesía y
cómo.
Hölderlin no se ha escogido porque su obra, como una entre otras,
realice la esencia general de la poesía, sino únicamente porque está cargada
con la determinación poética de poetizar la propia esencia de la poesía.
Hölderlin es para nosotros en sentido extraordinario el poeta del poeta. Por
eso está en el punto decisivo.
Sólo que poetizar sobre el poeta ¿no es la señal de un narcisismo
extraviado y a la vez la confesión de una carencia de plenitud del mundo?
¿Poetizar sobre el poeta no es un exceso desconcertante, algo tardío, un final?
La respuesta es la siguiente: es indudable que el camino por el
que logramos la respuesta es una salida. No podemos aquí como sería necesario,
exhibir cada una de las poesías de Hölderlin en un recorrido completo. En vez
de esto, sólo reflexionaremos en cinco palabras-guía del poeta sobre la poesía.
El orden determinado de estos motivos y su conexión interna deben poner ante
los ojos la esencia esencial de la poesía.
uno
En una carta a su madre de enero de 1799 Hölderlin llama a la
poesía "la más inocente de todas las ocupaciones" ¿Hasta dónde es
"la más inocente"? La poesía se muestra en la forma modesta del
juego. Sin trabas, inventa su mundo de imágenes y queda ensimismada en el reino
de lo imaginario.
Este juego se escapa de lo serio de la decisión que siempre de un
modo o de otro compromete (schuldig macht). Poetizar es por
ello enteramente inofensivo. E igualmente es ineficaz, puesto que queda como un
hablar y decir. No tiene nada de la acción que inmediatamente se inserta en la
realidad y la transforma. La poesía es como un sueño, pero sin ninguna
realidad, un juego de palabras sin lo serio de la acción. La poesía es
inofensiva e ineficaz. ¿Qué puede ser menos peligroso que el mero lenguaje? Al
llamar a la poesía "la más inocente de las ocupaciones", todavía no
hemos concebido su esencia. Pero al menos indicamos por dónde debemos buscarla.
La poesía crea su obra en el dominio y con la "materia" del lenguaje.
¿Qué dice Hölderlin sobre el lenguaje? Oigamos una segunda palabra del poeta.
dos
En un bosquejo fragmentario que data del mismo tiempo 1800 que el
citado pasaje de la carta, dice el poeta:
"Pero el hombre vive en cabañas recubriéndose con un vestido
recatado, pues mientras es más íntimo, es más solícito y guarda su espíritu,
como la sacerdotisa la flama celeste, que es su entendimiento. Y por eso se le
ha dado el albedrío y un poder superior para ordenar realizar lo semejante a
los dioses y se le a dado al hombre el más peligroso de los bienes, el
lenguaje, para que con él cree y destruya, se hunda y regrese a la eternamente
viva, a la maestra madre, para que muestre lo que es, que ha heredado y
aprendido de ella lo que tiene de más divino, el amor que todo lo alcanza"
( IV, 246).
El lenguaje, el campo del "más inocente de los bienes",
"el más peligroso de los bienes": cómo se concilian ambas frases?
Dejemos estas primeras preguntas y reflexionemos en tres cuestiones previas: 1)
¿De quién es el lenguaje un bien? 2) ¿Hasta dónde es el más peligroso de los
bienes? 3) ¿En qué sentido es en general un bien?
Fijémonos desde luego en qué lugar está la palabra sobre el
lenguaje: en el bosquejo de una poesía que debe decir quién es el hombre a
diferencia de otros seres de la naturaleza; se nombran la rosa, el cisne, el
ciervo en el bosque ( IV, 300 y s85). En el contraste de la planta frente al
anima empieza el citado pasaje: "Pero el hombre vive en cabañas."
¿Quién es el hombre? Aquel que debe mostrar lo que es. Mostrar
significa por una parte patentizar y por otra que lo patentizado queda en lo
patente. El hombre es lo que es aun en la manifestación de su propia
existencia. Esta manifestación no quiere decir la expresión del ser del hombre
suplementaria y marginal, sino que constituye la existencia del hombre. Pero
;qué debe mostrar el hombre? Su pertenencia a la tierra. Esta pertenencia
consiste en que el hombre es el heredero y aprendiz en todas las cosas. Pero
éstas están en conflicto. A lo que mantiene las cosas separadas en conflicto,
pero que igualmente las reúne, Hölderlin llama "intimidad". La
manifestación de la pertenencia a esta intimidad acontece mediante la creación
de un mundo, así como por su nacimiento, su destrucción y su decadencia. La manifestación
del ser del hombre y con ello su auténtica realización acontece por la libertad
de la decisión. Esta aprehende lo necesario y se mantiene vinculada a una
aspiración más alta. El ser testimonio de la pertenencia al ente en totalidad
acontece como historia. Pero para que sea posible esta historia se ha dado el
habla al hombre. Es un bien del hombre.
Pero, ¿hasta dónde es el habla "el más peligroso de los
bienes"? Es el peligro de los peligros, porque empieza a crear la
posibilidad de un peligro. El peligro es la amenaza del ser por el ente. Pero
el hombre expresado en virtud del habla es un Revelado a cuya existencia como
ente asedia e inflama, y como no-ente engaña y desengaña. El habla es lo que
primero crea el lugar abierto de la amenaza y del error del ser y la
posibilidad de perder el ser, es decir, el peligro. Pero el habla no es sólo el
peligro de los peligros, sino que encierra en sí misma, para ella misma
necesario, un peligro continuo. El habla es dada para hacer patente, en la
obra, al ente como tal y custodiarlo. En ella puede llegar a la palabra lo más
puro y lo más oculto, así como lo indeciso y común. La palabra esencial, para
entender y hacerse posesión más común de todos, debe hacerse común. Respecto a
esto se dice en otro fragmento de Hölderlin: "Tú hablas a la divinidad,
pero todos han olvidado que siempre las primicias no son de los mortales, sino
que pertenecen a los dioses. Los frutos deben primero hacerse más cotidianos,
más comunes, para que se hagan propios de los mortales" ( IV, 238 ). Lo
puro y lo común son de igual manera un dicho. La palabra como palabra no ofrece
nunca inmediatamente la garantía de que es una palabra esencial o una ilusión.
Al contrario una palabra esencial, a menudo toma, en su sencillez, el aspecto
de inesencial. Y lo que, por otra parte, da la apariencia de esencial por su
atavío es sólo una redundancia o repetición. Así, el habla debe mantenerse
siempre en una apariencia creada por ella misma, y arriesgar lo que tiene de
más propio, el decir auténtico.
Pero ¿en qué sentido es un "bien" para el hombre éste
que es el más peligroso? El habla es su propiedad. Dispone de ella con el fin
de comunicar experiencias, decisiones, estados de ánimo. El habla sirve para
entender. Como instrumento eficaz para ello es un "bien". Sólo que la
ausencia del habla no se agota en eso de ser un medio de entenderse. Con esta
determinación no tocamos su propia esencia, sino que indicamos nada más una
consecuencia de su esencia. El habla no es sólo un instrumento que el hombre posee
entre otros muchos, sino que es lo primero en garantizar la posibilidad de estar en medio de la publicidad de los entes.
Sólo hay mundo donde hay habla, es decir, el círculo siempre cambiante de
decisión y obra, de acción y responsabilidad, pero también de capricho y
alboroto, de caída y extravío. Sólo donde rige el mundo hay historia. El habla
es un bien en un sentida más original. Esto quiere decir que es bueno para
garantizar que el hombre puede ser histórico. El habla no es un instrumento disponible, sino aquel
acontecimiento que dispone la más alta posibilidad de ser hombre. Debemos
primero asegurarnos de esa esencia del habla, para concebir verdaderamente el
campo de acción de la poesía y a ella misma. ¿Cómo acontece el habla? Para
encontrar la respuesta a esta pregunta, reflexionemos sobre una tercera palabra
de Hölderlin.
tres
Tropezamos con esta palabra en un proyecto grande y desarrollado
para el poema incompleto que comienza: "Reconciliador en que tú nunca has
creído..." (IV, 162 y 339 s.)
El hombre ha experimentado mucho
Nombrado a muchos celestes,
desde que somos un diálogo
y podemos oír unos de otro
(IV, 343),
Hagamos resaltar luego, en estos versos, lo de inmediato referido
en el contexto hasta aquí discutido: "Desde que somos un diálogo"...
Nosotros los hombres somos un diálogo. El ser del hombre se funda en el habla;
pero ésta acontece primero en el diálogo. Sin embargo, esto no es sólo una
manera como se realiza el habla, sino que el habla sólo es esencial como diálogo.
Lo que de otro modo entendemos por "habla", a saber, un repertorio de
palabras y de reglas de sintaxis, es sólo el primer plano del habla. Pero ¿qué
se llama ahora un "diálogo"? Evidentemente el hablar unos con otros
de algo. Así entonces el habla es el medio para llegar uno al otro. Sólo que
Hölderlin dice: "Desde que somos un diálogo y podemos oír unos de
otros." El poder oír no es una consecuencia del hablar mutuamente, sino
antes al contrario el supuesto de ello. Sólo que también el poder oír, en si,
está arreglado sobre la posibilidad de la palabra y necesita de ésta. Poder
hablar y poder oír son igualmente originarios. Somos un diálogo quiere decir
que podemos oírnos mutuamente. Somos un diálogo significa siempre igualmente
que somos un diálogo. Pero la unidad de este diálogo consiste en que cada vez
está manifiesto en la palabra esencial el uno y el mismo por el que nos
reunimos, en razón de lo cual somos uno y propiamente nosotros mismos. El
diálogo y su unidad es portador de nuestra existencia (Dasein).
Pero Hölderlin no nos dice simplemente que somos un diálogo, sino:
"Desde que somos un diálogo..."
Cuando la capacidad de hablar del hombre está presente y se
ejercita, no está ahí sin más el acontecimiento esencial del habla: el diálogo.
¿Desde cuándo somos un diálogo? Donde debe haber un diálogo es preciso que la
palabra esencial quede relacionada con el uno y el mismo. Sin esta relación es
también justamente imposible disputar. Pero el uno y el mismo sólo pueden ser
patentes a la luz de algo permanente y constante. Sin embargo, la constancia y
la permanencia sólo aparecen cuando lucen la persistencia y la actualidad. Pero
esto sucede en el momento en que se abre el tiempo en su extensión. Hasta que
el hombre se sitúa en la actualidad de una permanencia, puede por primera vez
exponerse a lo mudable, a lo que viene y a lo que va; porque sólo lo
persistente es mudable. Hasta que por primera vez "el tiempo que se
desgarra" irrumpe en presente, pasado y futuro, hay la posibilidad de
unificarse en algo permanente. Somos un diálogo desde el tiempo en que "el
tiempo es". Desde que el tiempo surgió y se hizo estable, somos
históricos. Ser un diálogo y ser histórico son ambos igualmente antiguos, se
pertenecen uno al otro y son lo mismo.
Desde que somos un diálogo, el hombre ha experimentado mucho, y
nombrado muchos dioses. Hasta que el habla aconteció propiamente como diálogo,
vinieron los dioses a la palabra y apareció un mundo. Pero, una vez más,
importa ver que la actualidad de los dioses y la aparición del mundo no son una
consecuencia del acontecimiento del habla, sino que son contemporáneos. Y tanto
más cuanto que el diálogo, que somos nosotros mismos, consiste en el nombrar
los dioses y llegar a ser el mundo en la palabra.
Pero los dioses sólo pueden venir a la palabra cuando ellos mismos
nos invocan, y estamos bajo su invocación. La palabra que nombra a los dioses
es siempre una respuesta a tal invocación. Esta respuesta brota, cada vez, de
la responsabilidad de un destino. Cuando los dioses traen al habla nuestra
existencia, entramos al dominio donde se decide si nos prometemos a los dioses
o nos negamos a ellos.
Con esto podemos estimar plenamente lo que significa: "Desde
que somos un diálogo..." Desde que los dioses nos llevan al diálogo, desde
que el tiempo es tiempo, el fundamento de nuestra existencia es un diálogo. La
proposición de que el habla es el acontecimiento más alto de la existencia
humana ha obtenido así su explicación y fundamentación.
Pero inmediatamente surge la cuestión: ¿cómo empieza este diálogo
que nosotros somos? ¿Quién realiza aquel nombrar de los dioses? ¿Quién capta en
el tiempo que se desgarra algo permanente y lo detiene en una palabra?
Hölderlin nos lo dice con la segura ingenuidad del poeta. Oigamos una cuarta
palabra.
cuatro
Esta palabra forma la conclusión de la poesía En memoria (Andenken)
y dice: "Mas lo permanente lo instauran los poetas" ( IV, 63 ) .
Esta palabra proyecta una luz sobre nuestra pregunta acerca del origen de la
poesía. La poesía es instauración por la palabra y en la palabra. Qué es lo que
se instaura? Lo permanente. Pero ¿puede ser instaurado lo permanente? ¿No es ya
lo siempre existente? ¡No! Precisamente lo que permanece debe ser detenido
contra la corriente, lo sencillo debe arrancarse de lo complicado, la medida
debe anteponerse a lo desmedido. Debe ser hecho patente lo que soporta y rige
al ente en totalidad. El ser debe ponerse al descubierto para que aparezca el
ente. Pero aun lo permanente es fugaz. "Es raudamente pasajero todo lo
celestial, pero no en vano" ( IV, 163 s.). Pero que eso permanezca, eso
está "confiado al cuidado y servicio de los poetas" ( IV, 145 ). El
poeta nombra a los dioses y a todas las cosas en lo que son. Este nombrar no
consiste en que sólo se prevé de un nombre a lo que ya es de antemano conocido,
sino que el poeta, al decir la palabra esencial, nombra con esta denominación,
por primera vez, al ente por lo que es y así es conocido como ente. La poesía
es la instauración del ser con la palabra. Lo permanente nunca es creado por lo
pasajero; lo sencillo no permite que se le extraiga inmediatamente de lo
complicado; la medida no radica en lo desmesurado. La razón de ser no la
encontramos en el abismo. El ser nunca es un ente. Pero puesto que el ser y la
esencia de las cosas pueden ser calculados ni derivados de lo existente, deben
ser libremente creados, puestos y donados. Esta libre donación es instauración.
Pero al ser nombrados los dioses originalmente y llegar a la
palabra la esencia de las cosas, para que por primera vez brillen, al acontecer
esto, la existencia del hombre adquiere una relación firme y se establece en
una razón de ser. Lo que dicen los poetas es instauración, no sólo en sentido
de donación libre, sino a la vez en sentido de firme fundamentación de la existencia
humana en su razón de ser. Si comprendemos esa esencia de la poesía como
instauración del ser con la palabra, entonces podemos presentir algo de la
verdad de las palabras que pronunció Hölderlin, cuando hacía mucho tiempo la
noche de la locura lo había arrebatado bajo su protección.
cinco
Esta quinta palabra-guía la encontramos en el gran poema, poema
inmenso que principia:
En azul amable florece
el techo metálico del campanario
(VI, 24 s. ).
Aquí dice Hölderlin (v. 32 s.):
Pleno de méritos, pero es poéticamente
como el hombre habita esta tierra.
Lo que el hombre hace y persigue lo adquiere y merece por su
propio esfuerzo. "Sin embargo -dice Hölderlin en duro contraste-, todo
esto no toca la esencia de su morada en esta tierra, todo esto no llega a la
razón de ser de la existencia humana." Esta es "poética" en su
fundamento. Pero nosotros entendemos ahora a la poesía como el nombrar que
instaura los dioses y la esencia de las cosas. "Habitar poéticamente"
significa estar en la presencia de los dioses y ser tocado por la esencia
cercana de las cosas. Que la existencia es "poética" en su fundamento
quiere decir, igualmente, que el estar instaurada (fundamentada) no es un
mérito, sino una donación.
La poesía no es un adorno que acompaña la existencia humana, ni
sólo una pasajera exaltación ni un acaloramiento y diversión. La poesía es el fundamento que
soporta la historia, y por ello no es tampoco una manifestación de la cultura,
y menos aún la mera "expresión" del "alma de la cultura".
Que nuestra existencia sea en el fondo poética no puede, en fin,
significar que sea propiamente sólo un juego inofensivo. Pero ¿no llama
Hölderlin mismo a la poesía, en la primera palabra-guía citada, "la más
inocente de las ocupaciones"? ¿Cómo se compagina esto con la esencia de la
poesía que ahora explicamos? Con esto retrocedemos a la pregunta que de pronto
habíamos puesto a un lado. Y al contestar ésa pregunta tratemos a la vez de
resumir ante la mirada interna la esencia de la poesía y del poeta.
El primer resultado fue que el reino de acción de la poesía es el
lenguaje. Por lo tanto, la esencia de la poesía debe ser concebida por la
esencia del lenguaje. Pero en segundo lugar se puso en claro que la poesía, el
nombrar que instaura el ser y la esencia de las cosas, no es un decir
caprichoso, sino aquel por el que se hace público todo cuanto después hablamos
y tratamos en el lenguaje cotidiano. Por lo tanto, la poesía no toma el
lenguaje como un material ya existente, sino que la poesía misma hace posible
el lenguaje. La poesía es el lenguaje primitivo de un pueblo histórico. Al
contrario, entonces es preciso entender la esencia del lenguaje por la esencia
de la poesía.
El fundamento de la existencia humana es el diálogo como el propio
acontecer del lenguaje. Pero el lenguaje primitivo es la poesía como
instauración del ser. Sin embargo, el lenguaje es "el más peligroso de los
bienes". Entonces la poesía es la obra más peligrosa y a la vez "la
más inocente de las ocupaciones".
En efecto, cuando podamos concebir ambas determinaciones en un
solo pensamiento, concebiremos la plena esencia de la poesía.
Pero entonces: ¿es la poesía la obra más peligrosa? En la carta a
un amigo, antes de su partida para el último viaje a Francia, escribe
Hölderlin: "¡Oh amigo! El mundo está ante mí más claro que otra vez y más
serio. Me gusta como va, me gusta, como cuando en verano el viejo padre
sagrado, con mano tranquila, sacude la nube rojiza con relámpagos de bendición.
Pues entre todo lo que puedo ver de Dios es esta señal la que se ha hecho
predilecta. Antes saltaba de júbilo por una nueva verdad, una visión mejor de
lo que está sobre nosotros y a nuestro alrededor; ahora temo que me suceda al
final lo que al viejo Tántalo, que recibió de los dioses más de lo que podría
digerir" (V, 321).
El poeta está expuesto a los relámpagos de Dios. De eso habla
aquella poesía que nosotros reconocemos como la más pura poesía de la esencia
de la poesía y que comienza:
Como cuando en día de fiesta, para ver el campo,
sale el labrador, en la mañana. . .
(IV, 151 s.).
Y se dice en la última estrofa:
Es derecho de nosotros, los poetas,
estar en pie ante las tormentas de Dios,
con la cabeza desnuda.
para apresar con nuestras propias manos el rayo de luz del Padre,
a él mismo.
Y hacer llegar al pueblo envuelto en cantos
el don celeste.
Y un año más tarde, después de que Hölderlin tocado por la locura
regresa a la casa de su madre, escribe
al mismo amigo, recordando su estancia en Francia:
"El poderoso elemento, el fuego de los cielos, la
tranquilidad de los hombres, su vida en la naturaleza, su limitación y
contentamiento, me han impresionado siempre y, como se repite de los héroes,
bien puedo decir que Apolo me ha herido" (V. 327) . La excesiva claridad
lanza al poeta en las tinieblas. ¿Se necesita todavía otro testimonio del
máximo peligro de su "ocupación"? Lo dice todo el propio destino del
poeta. Suena como un presagio esta palabra en el Empédocles de Hölderlin:
Debe partir a tiempo,
aquel por el que habla el espíritu
(III, X54).
Y, sin embargo, la poesía es "la más inocente de las
ocupaciones". Hölderlin escribe así en su carta no sólo para no lastimar a
su madre, sino porque sabe que este inofensivo aspecto externo pertenece a la
esencia de la poesía de igual modo que el valle a la montaña. Pero ¿cómo se
elaboraría y conservaría esta obra peligrosa, si el poeta no estuviera
"proyectado fuera" de lo cotidiano, y protegido por la apariencia de
inocuidad de su ocupación?
La poesía parece un juego y, sin embargo, no lo es. El juego reúne
a los hombres, pero olvidándose cada uno de sí mismo. Al contrario, en la
poesía los hombres se reúnen sobre la base de su existencia. Por ella llegan al
reposo, no evidentemente al falso reposo de la inactividad y vacío del
pensamiento, sino al reposo infinito en que están en actividad todas las
energías y todas las relaciones (cf. la carta a su hermano, 14 de enero de
1799; 111, 368 s.).
La poesía despierta la apariencia de lo irreal y del ensueño,
frente a la realidad palpable y ruidosa en la que nos creemos en casa. Y, sin
embargo, es al contrario, pues lo que el poeta dice y toma por ser es la
realidad. Así lo confiesa la
Panthea de Empédocles en su clarividencia de amiga ( III, 78
) .
...ser uno mismo.
Eso es la vida, y nosotros, los otros, somos ensueños de aquélla.
Así parece vacilar la esencia de la poesía en su apariencia
exterior, pero, sin embargo, está firme. Es, pues, ella misma instauración en
su esencia, es decir, fundamento firme.
Ciertamente toda instauración queda como una donación libre, y
Hölderlin oye decir: "Sean libres los poetas como las golondrinas"
(IV, 168 ). Pero esta libertad no es una arbitrariedad sin ataduras y deseo
caprichoso, sino suprema necesidad.
La poesía como instauración del ser tiene una doble vinculación. En vista de esta ley íntima, aprehendemos por primera
vez de un modo total su esencia.
Poetizar es el dar nombre original a los dioses. Pero a la palabra
poética no le tocaría su fuerza nominativa, si los dioses mismos no nos dieran
el habla. ¿Cómo hablan los dioses?
...Y los signos son, desde tiempos remotos, el lenguaje de los
dioses
(IV, 135).
El dicho de los poetas consiste en sorprender estos signos
para luego transmitirlos a su pueblo. Este sorprender los signos es una
recepción y, sin embargo, a la vez, una nueva donación; pues el poeta vislumbra
en el "primer signo" ya también lo acabado y pone audazmente lo que
ha visto en su palabra para predecir lo todavía no cumplido.
... vuela el espíritu audaz
como el águila en la tormenta,
prediciendo sus dioses venideros
(IV, 135).
La instauración del ser está vinculada a los signos de los dioses.
La palabra poética sólo es igualmente la interpretación de la "voz del
pueblo". Así llama Hölderlin a las leyendas en las que un pueblo hace memoria
de su pertenencia a los entes en totalidad. Pero a menudo esta voz enmudece y
se extenúa en sí misma. No es capaz de decir por sí lo que es propio, sino que
necesita de los que la interpretan. El poema que lleva por título La
voz del pueblo se nos ha trasmitido
en dos versiones. Ante todo, las estrofas finales son diferentes, aun cuando se
complementan. En la primera versión dice la conclusión
Por eso, porque es piadosa y ama a los celestes,
venero la voz del pueblo, voz reposada.
Pero, por los Dioses y los Hombres,
que no sé complazca demasiado en su reposo
(IV, 141).
Y he aquí la segunda versión:
. . . En verdad
son buenas las leyendas, si son en memoria
del Altísimo, sin embargo, es preciso
uno que interprete lo sagrado
(IV, 144).
Así, la esencia de la poesía está encajada en el esfuerzo
convergente y divergente de la ley de los signos de los dioses y la voz del
pueblo. El poeta mismo está entre aquéllos, los dioses, y éste, el pueblo. Es
un "proyectado fuera", fuera en aquel entre, entre los dioses y los hombres. Pero sólo en este entre y por primera vez se decide quién es el hombre y dónde se asienta su
existencia, "Poéticamente el hombre habita esta tierra."
Ininterrumpidamente, y cada vez más seguro en medio de la plenitud
desbordante de imágenes, Hölderlin ha consagrado su vocabulario poético, con la
mayor sencillez, a este reino intermedio. Esto nos fuerza a decir que es el
poeta de los poetas.
¿Pensaríamos ahora que Hölderlin se haya engolfado en un vacío y
exagerado narcisismo por la falta de plenitud del mundo? o ¿reconoceremos que
este poeta ha penetrado poéticamente el fondo y e1 corazón del ser con un
excesivo impulso? Para Hölderlin mismo valen las palabras que dice Edipo, en
aquel tardío poema, "En amable azul florece. . .":
Quizá el rey Edipo tiene un ojo de más
(VI, 2G).
Hölderlin poematiza la esencia de la poesía, pero no en el sentido
de un concepto de valor intemporal. Esta esencia de la poesía pertenece a un
tiempo determinado. Pero no conformándose a este tiempo como algo ya existente.
Cuando Hölderlin instaura de nuevo la esencia de la poesía, determina por
primera vez un tiempo nuevo. Es el tiempo de los dioses que han huido y del
dios que vendrá. Es el tiempo de indigencia porque está en una doble
carencia y negación: en él ya no más de los dioses que han huido, y en él
todavía no del que viene.
La esencia de la poesía que instaura Hölderlin es histórica en
grado supremo, porque anticipa un tiempo histórico. Pero como esencia histórica
es la única esencia esencial.
El tiempo es de indigencia y por eso muy rico su poeta, tan rico
que, con frecuencia, al pensar el pasado y esperar lo venidero, se entumece y
sólo podría dormir en este aparente vacío. Pero se mantiene en pie, en la nada
de esta noche. Cuando el poeta queda consigo mismo en la suprema soledad de su
destino, entonces elabora la verdad como representante verdadero de su pueblo.
Esto anuncia la séptima estrofa de la elegía Pan y vino (IV, 123). En ella se dice poéticamente lo que sólo se ha podido pensar analíticamente.
Pero ¡amigo! venimos demasiado tarde.
En verdad viven los dioses
pero sobre nuestra cabeza, arriba en otro mundo
trabajan eternamente y parecen preocuparse poco
de si vivimos. Tanto se cuidan los celestes de no herirnos.
Pues nunca pudiera contenerlos una débil vasija,
sólo a veces soporta el hombre la plenitud divina.
La vida es un sueño de ellos.
Pero el error nos ayuda como un adormecimiento.
Y nos hace fuertes la necesidad y la noche.
Hasta que los héroes crecidos en cuna de bronce,
como en otros tiempos sus corazones son parecidos en fuerza a los
celestes.
Ellos vienen entre truenos.
Me parece a veces mejor dormir, que estar sin compañero
Al esperar así, qué hacer o decir que no lo sé.
Y ¿para qué poetas en tiempos aciagos?
Pero, son dices tú, como los sacerdotes sagrados del Dios del
vino,
que erraban de tierra en tierra, en la noche sagrada.
Martin
Heidegger